¿Qué entiendo por cerámica?
La
etimología de la palabra cerámica proviene del griego Kéramos que significa
“arcilla quemada”. Es decir para ser considerada cerámica, la arcilla, compuesta
de materiales orgánico e inorgánicos debe de pasar por un proceso de modelado,
secado y cocción a temperaturas elevadas cuando entonces se transforma
químicamente. Ahora vitrificada y convertida en un objeto de extrema resistente
y de poca porosidad, la arcilla finalmente se vuelve cerámica.
La
cerámica es una de las manufacturas más antiguas de la humanidad y es encontrada
desde el periodo Neolítico, cuando nuestro ancestros empezaron el proceso de
sedentarización con el dominio de la agricultura. De esta forma, la cerámica
pasó a ser utilizada inicialmente para la confección de objetos para el
almacenamiento de agua, semillas, comida, entre otros.
Por
su capacidad de preservación al largo del tiempo (debido a sus características
fisicoquímicas), la arqueología ha utilizado a los artefactos cerámicos como un
vehículo para acceder al pasado de los pueblos y las civilizaciones y así
conocer diversas características socioculturales plasmadas en cada una de las
piezas encontradas.
Compuesta
de los cuatro elementos naturales originarios: tierra, agua, aire y fuego, el
proceso cerámico ha generado verdadera fascinación en la historia de la humanidad.
Transitando entre los universos fisicoquímico y simbólico-estético, el arte
cerámico es el resultado de la síntesis, por un lado, el que se refiere a la
herencia natural, cultural ancestral y por otro lado, el que se refiere a la
acción creadora de cada persona que se dedica al dominio pleno de la técnica y de
su transcendencia en el tiempo.
De
manera poética dicen que en los dedos y en las palmas de las manos de un
ceramista deben también encontrarse sus ojos y su corazón. De esta forma, al hacer
cerámica la artesana y el artesano pueden remontar a estados de nuestro origen
y creación y alejarse por un momento de la sociedad actual en que vivimos, cada
vez más acelerada e híper excitada. Tal y como dijo Eduardo Galeano, “en un
mundo de plástico y de ruido quiero ser de barro y silencio”.
Así aprender el oficio de
ceramista se vuelve un reto cultural y personal en relación a los diversos
conocimientos técnicos acumulados a lo largo de millares de años, pero también
en relación a las infinitas posibilidades de expresión estética que uno puede
experimentar por intermedio de la tierra, el agua, el aire, el fuego, el tiempo
y el silencio.
Ana Luiza Moraes Patrão
Ana Luiza Moraes Patrão